El mundo de la arquitectura despide hoy a Frank Gehry, una de las mentes más audaces y revolucionarias del diseño contemporáneo. El creador de formas imposibles, curvas metálicas y estructuras que parecen moverse en el aire falleció a los 96 años, dejando un legado que transformó ciudades enteras y redefinió la relación entre arte, ingeniería y espacio público.
Nacido en Toronto y criado en Los Ángeles, Gehry ascendió desde sus primeras exploraciones de materiales modestos hasta convertirse en un referente global. Su capacidad para romper reglas, experimentar con geometrías fracturadas y proyectar edificios como esculturas habitables lo posicionaron como un arquitecto que no solo diseñaba infraestructuras: creaba experiencias culturales.
Entre sus obras más emblemáticas destacan el Museo Guggenheim Bilbao —responsable del célebre “Efecto Bilbao”—, el Walt Disney Concert Hall de Los Ángeles, la Casa Danzante de Praga y la Fondation Louis Vuitton en París. Cada una de estas piezas introdujo nuevas posibilidades formales y técnicas, consolidando a Gehry como un artista que expandió los límites de lo imaginable y convirtió el paisaje urbano en una galería dinámica.
Su partida deja un vacío en el mundo creativo, pero también una herencia que seguirá inspirando a generaciones de arquitectos, ingenieros y soñadores. Sus obras continúan hablando por él: desafiando la gravedad, celebrando la audacia y recordando que la arquitectura también es poesía
