En la mañana del 24 de diciembre de 1914, a pocos meses de iniciada la Primera Guerra Mundial, ocurrió algo inesperado en el frente occidental, especialmente en sectores de Francia y Bélgica. El estancamiento de la guerra a través del sistema de trincheras agotaba a ambos bandos, pero de repente, una tregua espontánea comenzó.
Uno a uno, los soldados se levantaron de sus trincheras y, cantando los villancicos de sus tierras, salieron a tierra de nadie, se estrecharon las manos y conversaron. Se intercambiaron pequeños regalos improvisados: tabaco y cigarrillos, chocolate y galletas, licores y prendas de vestir. Y como no podía ser diferente, el deporte, una histórica forma de unión, también estuvo presente. Dejando el conflicto a un lado, con balones verdaderos y otros fabricados con lo que encontraron, realizaron varios juegos espontáneos que duraron lo que la ocasión permitió, simbolizando una tregua completa. El evento único, más tarde, fue nombrado como La Tregua de Navidad de 1914.