En las alturas de Monserrate, el lente del fotógrafo colombiano Diego Emerson logró detener un instante de magia: el vuelo del colibrí coruscans, más conocido como colibrí chillón. 🥰
Esta especie, una de las más grandes y territoriales de los Andes, se distingue por su plumaje verde brillante y los destellos azules y violetas que iluminan su cabeza y mejillas. Su canto particular, fuerte y vibrante, le da el nombre que lo acompaña desde tiempos antiguos.
En Bogotá, el chillón es un visitante habitual de humedales, jardines y parques urbanos, recordándonos que la ciudad también guarda secretos alados. Su rasgo más encantador son las “orejas” de plumas azul-violeta que despliega al cantar o al defender su territorio frente a otros colibríes. Por ello, también se le conoce como orejudo o violetear, nombres que evocan la teatralidad de su despliegue.
Observarlo es descubrir que la naturaleza no solo canta, también se adorna con gestos de belleza inesperada. El colibrí chillón nos recuerda que incluso en medio del bullicio urbano, la vida silvestre sigue latiendo con fuerza, reclamando respeto y admiración. 💚
📷 Diego Emerson
