diciembre 7, 2025

La bióloga Katie Hinde, descubrió algo que la ciencia había ignorado durante siglos sobre la leche materna

En 2008, la bióloga Katie Hinde, descubrió algo que la ciencia había ignorado durante siglos: la leche materna no es una receta fija, es un mensaje en constante cambio.

Mientras estudiaba macacos en California, Hinde, notó un patrón extraño. Si la madre tenía un hijo varón, la leche era espesa, rica en grasas y proteínas (combustible de alto octanaje). Si tenía una hija, la leche era más abundante y cargada de calcio. ¿Cómo sabía el cuerpo de la madre cambiar la fórmula química según el sexo del bebé?

Esto la llevó a descubrir el mecanismo más fascinante de la biología humana: el «flujo retrógrado».

Durante años pensamos que la leche solo iba en una dirección (de madre a hijo). Estábamos equivocados. Cuando un bebé amamanta, el vacío creado succiona una pequeña cantidad de saliva del bebé hacia el interior del pezón de la madre. Aquí ocurre la magia: El tejido mamario de la madre analiza esa saliva. Es un escáner biológico.

Si la saliva contiene señales de que el bebé tiene fiebre o una infección, el cuerpo de la madre comienza a fabricar anticuerpos específicos para esa enfermedad en cuestión de horas.

Si el bebé está estresado, la leche cambia sus niveles hormonales (como el cortisol) para influir en su temperamento.
La leche cambia de la mañana a la noche. Cambia si el bebé está enfermo. Cambia si es niño o niña.

Como concluyó Hinde: «La leche materna es comida, es medicina y es señal». Es el sistema de comunicación más sofisticado de la naturaleza, una conversación silenciosa entre dos cuerpos que ni siquiera la tecnología moderna ha logrado replicar por completo.

Katie Hinde, PhD – Laboratorio de Lactancia Comparativa, Arizona State University. #fblifestyle

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