No hay bocinazos, ni frenazos, ni el tráfico que se amontona como una marea inmóvil en las grandes ciudades chinas. La experiencia de usar el tren rápido de Beijing empieza mucho antes de subir: los pasillos de la estación parecen aeropuertos. El control de seguridad, las filas ordenadas y el tablero digital que anuncia salidas con puntualidad.
Cuando las puertas se abren, la multitud avanza como un río que conoce bien su cauce. El tren espera hasta un nuevo grupo de personas y sorprende con su silencio. Los asientos están alineados, amplios, con bandejas para comer, trabajar en la computadora o simplemente para apoyar el celular para disfrutar de las redes o de la serie favorita. La sensación es más de cabina aérea que de ferrocarril.
El arranque es casi imperceptible. Apenas una ligera vibración y de pronto, en la pantalla, aparece un número que empieza a subir con calma hasta llegar a 348 km/h; siendo la máxima 350 km/h.
El tren de Beijing cubre rutas importantes como Shanghái cuyo viaje dura casi cinco horas; la mitad de lo que se destina si viajas en bus. Más detalles sobre su funcionamiento.
Fuente el telégrafo