La partida del expresidente Rodrigo Borja deja sin una figura de primer nivel a aquella generación de políticos que luchó por el retorno a la democracia entre 1978 y 1979 y que gobernó el país de entonces desde posturas democráticas modernas.
A breves rasgos, se puede mencionar que, de la talla de Borja, solo queda vivo el expresidente Osvaldo Hurtado como una voz activa que pese a sus años analiza las circunstancias del país con absoluta lucidez y frontalidad.
Murieron ya, de esa etapa, Sixto Durán Ballén, León Febres Cordero y otros políticos importantes como Raúl Baca o Julio César Trujillo. León Roldós aún escribe en El Universo y Enrique Ayala Mora, por su quebranto de salud, ha hecho un pare a su dilatada trayectoria académica. Blasco Peñaherrera y Heinz Moeller están totalmente fuera de la actividad pública.
Pasan los años y las nuevas generaciones que quizá escuchen estos nombres sentirán que representan un capítulo de la historia lejano e incomprensible. Sin embargo, y más allá de sus luces y sombras, hay un par de ingredientes que todos ellos incorporaron a sus carreras e hicieron mucho bien a la política nacional.
1.- La creación y el auge de partidos políticos modernos, disciplinados y doctrinarios.
2.- El convencimiento de que sus carreras estaban marcadas por el inclemente calendario electoral que les obligaba a pensar y apostar por las transiciones y la ley del péndulo.
No se puede entender el juego democrático de los años 80 y 90 sin los grades mítines de la Izquierda Democrática y los debates doctrinarios de la Democracia Popular o del Partido Socialista fusionándose el Frente Amplio de Izquierda.
Cómo no recordar, más allá de las críticas que pudieron existir, aquella visión liberal y empresarial que el Partido Social Cristiano de León Febres Cordero marcó en sus años en el poder. Nada que ver con el PSC de hoy, desgastado por sus pactos con el correísmo y defendiendo tesis económicas que calzarían perfectamente en el discurso del MPD.
Hoy los membretes que figuran en la Asamblea o los gobiernos seccionales son simples plataformas para encaramar en la administración pública a cualquier político aparecido, experto en bailar o mostrarse en Tik Tok, pero sin una sola reflexión conceptual que pinte un proyecto de país.
Sería imposible ver a Borja, Hurtado o Febres Cordero prescindiendo de las ideas o corrompiendo estructuras partidistas con tal de aventurarse en algún cargo.
Es verdad que el modelo de estos patriarcas, bautizado como la partidocracia, se agotó por sus propios errores y enfrentamientos. Pero su sistema era infinitamente mejor al que tiene hoy el país y que tanto retroceso ha generado.
Mientras hace más de 40 años los políticos bien formados sobraban en las listas de candidatos o en los gabinetes ministeriales, hoy apenas resalta uno que otro, con modestas luces.
Ojalá la trayectoria y valía del presidente Rodrigo Borja sea inspiradora y, al menos, sirva para resucitar a la Izquierda Democrática.