abril 27, 2024

Wilfrido Muñoz Cruz.- La opinión pública, opacada por un público ficción

La ficción de opinión pública, característica del Estado de derecho, no puede identificarse con el comportamiento real del público, en función de que es considerado como un sujeto de la opinión pública, como masa de un proceso de interacción entre individuos.

Por consiguiente, cuando partimos de una comunidad como un hecho, o sometemos ese hecho a la reflexión, podemos alcanzar una idea de democracia que no sea utópica. La fraternidad, la libertad y la igualdad, aisladas de la vida comunitaria, son irremediables abstracciones”. Esta última postura de John Dewey. Surge así, la impresión de pensar que las opiniones no públicas actúan generando un ruido que carece de afectación o incidencia, mientras que la opinión pública es en realidad una ficción.

El ejercicio del poder social lleva una fijación empírica de la opinión pública en un sentido comparativo, de allí rescatan enunciados pocas veces contrastados, con evidente sesgo que limita, distorsiona, frena y deforma la reflexión.

De acuerdo con esta aparente ficción, la opinión pública es vista como una suerte de ser que habita en un grupo y expresa desde ese lugar su postura ante los temas que surgen o son de tendencia. A esto apuntan comentarios, metáforas, dichos, etc. Se evidencia una ficción semejante que no observa a la opinión, sino al público que la sostiene como un ser colectivo y orgánico. Desde luego, hemos de admitir que los temas que definen los contenidos de la opinión pública no suelen ser hechos sino meras opiniones.
La opinión pública es una instancia crítica y receptiva de personas e instituciones, un espacio donde se expresan posturas que probablemente influyan directa o indirectamente; esto frente a un público que sigue eclipsado en comentarios superfluos, que no necesariamente aportan a una verdadera construcción social. Por el lado del liberalismo, es un instrumento de legitimación del poder (capacidad política de obrar que no posee). Otras concepciones desconocen que pudiera existir una especie de presión dominante, mas no una línea decisoria en el Estado; frecuentemente susceptible de discusión.

Para Habermas, “La opinión del público raciocinante no es ya simple opinión, […], sino con reflexiones privadas acerca de los asuntos públicos y con la discusión pública de éstos”. Es decir, se concibe como la opinión del pueblo que va enlazada y en armonía con la voluntad general.

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