abril 28, 2024

Efrén Guerrero.- El mundo según el rock and roll: abismos

El abandono de la política como espacio de construcción colectiva ha generado un vacío en la renovación de líderes. De cara a las elecciones en Ecuador, que incluyen una consulta popular y una elección presidencial, es crucial que asumamos nuestro rol como ciudadanos con conciencia crítica. No podemos permitir que la apatía y la resignación definan nuestro futuro.

En un país tan polarizado como Estados Unidos, figuras como Bruce Springsteen (demócrata) y Ted Nugent (republicano) representan dos caras de la misma moneda. Ambos de la misma época, con diferentes niveles de éxito, simbolizan el abismo ideológico que divide a las democracias modernas. Sus canciones, himnos para sus respectivos seguidores, reflejan una sociedad fragmentada donde el diálogo y la tolerancia parecen ser valores en extinción. Les recomiendo “Born in the USA” y “Stranglehold”, canciones que son como una apisonadora, que muestran que los extremos se juntan.

Esa es la idea con la que quiero terminar el día de hoy: desgraciadamente, las democracias modernas están generando un abismo entre los que piensan diferente. En Estados Unidos sucede, ya nosotros también nos pasa. Cuando sucede este fenómeno, el siguiente paso son ríos de sangre en la historia. Confiemos en que podamos volver a tender la mano a quienes tienen ideas distintas y podamos llevar juntos al país en los hombros para hacerlo avanzar. Crean en el rock and roll. Nos leemos pronto.
El Supermartes, esa peculiar elección estadounidense donde nadie elige realmente y solo un puñado de estados participa nos recuerda la apasionante política americana y al mismo tiempo la profunda desconexión entre políticos y ciudadanos. Un sistema electoral complejo donde 15 estados eligen candidatos meses antes de la elección final evidencia cómo las tradiciones se unen a la desconfianza y el desinterés que permea la democracia moderna.

El reciente discurso del Estado de la Unión de Joe Biden, con la sombra de Donald Trump omnipresente, nos enfrenta a un escenario singular: dos septuagenarios sin reemplazos generacionales a la vista, sus campañas plagadas de ataques personales y rencores añejos presagian una elección conflictiva y sin ideas frescas.

Las elecciones en países clave para nosotros Estados Unidos fascinan y aterran al mismo tiempo. Observamos con una mezcla de horror y fascinación la brecha abismal entre políticos y ciudadanos, los vemos como una casta lejana, como bichos raros en una burbuja de poder mientras ellos nos reducen a números en sus papeletas. Este desdén mutuo se refleja en la forma banal en que muchos de nosotros nos aproximamos a las actividades más importantes del sistema democrático, como si fueran un simple trámite obligatorio, sin comprender la trascendencia de nuestro papel como ciudadanos.

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