mayo 11, 2024

“EN EL LUGAR EQUIVOCADO”

Y así fue como llegué a aquel pueblo del norte de Santander…

Solo iba a pasar no más de un mes, me llamó mucho la atención y decidí quedarme ahí, en el Hostal de Doña Carmen.

— Tenga mucho cuidado, que esto está lleno de gatilleros, aquí, la gente tiene “La Sangre Azul”.

“Sangre Azul”: Es un término que tiene dos connotaciones, uno de ellos, se refiere a las personas que son descendientes de una realeza o de familias nobles. Y el otro significado, Es para referirse a la gente peligrosa, que no tiene miedo a morir o a matar.

— Mientras usted sea amable y respetuoso con las personas, no tiene problemas, no tiene nada que temer. Pero tenga mucho cuidado.

Me advirtió “Genaro”, el Botón del Hotel. Pero bueno, eso me tenía sin cuidado, ya que, siempre he sido un tipo muy respetuoso. A parte de que no tenía mucho que hacer, ya que era un viajero, un forastero en aquel lugar, no hacía nada que implicara mayor riesgo para mí.

Incluso, estaba completamente seguro qué, si no fuera por mi estatura de dos metros, pasaría desapercibido. Salía a trotar, iba al bar del pueblo, al mercado a la tienda y de regreso al Hostal de doña Carmen. No había que temer, no había problemas… “Pero eso pensaba yo y otra cosa, el destino” …

— Buenos días Don José, ¿podría hacerme el favor de venderme una botella de agua?

En ese justo momento, supe, que de ese lugar no iba a salir, con o sin vida, pero no iba a salir.

— Muchas gracias, Don José, que pase un buen día.

EL destino es como un Ángel de la muerte inocente, Juega a ser noble y misericordioso contigo, y al mismo tiempo es traicionero y cruel.

— Se llama “Tatiana”, tiene 27 años, es estilista y todas las mañanas sale a trotar y llega aquí a comprar una botella de agua, pero no la mire, que usted no es hombre para ella.

Me dijo Don José, al ver mis intenciones en las pupilas dilatadas de mis ojos.

Pero me valía Huevo lo que había dicho aquel tendero, La tipa me gustaba, era mi tipo de mujer, Blanca, de cabellos largos y oscuro, delgada y porte de secretaria de alcaldía. Si una cosa tenía clara desde que vi a Tatiana, era que de aquél pueblo yo no me iba a regresar solo…

— A esa tipa me la tengo coger, la tengo que poner a morder almohadas, a esa me la llevo pa Barranquilla.

— Ya le dije, Khaín, que esa no es mujer para usted, vaya olvidándose de ella, esa mujer es muy seria, no es de vacilar.

— ¿Y a usted quien le dijo que yo la quiero vacilar?

— No, No lo digo por eso, lo digo por otra cosa peor, yo sé lo que le quiero decir, evite, que no es nada bueno.

— Bueno, sea lo que sea, no me importa, yo tengo que ver el sostén de esa muchacha en el piso de mi habitación.

— No se ponga a jugar con candela, costeño marica.

Las palabras de Aquél tendero poco me importaron, yo quería a esa mujer, e iba a hacer hasta lo imposible para llevármela a barranquilla. Así qué, empecé mi trabajo de don Juan conquistador.

Al día siguiente, me fui más temprano que de costumbre a hacer ejercicio y a esperarla en la tienda de don José.

La vi venir, tal como dijo don José, venía directo a la tienda a por una botella de agua.

— Que sean dos, Don José, Cárgueme la botella de agua de la señorita a mi cuenta, yo la pago.

— Gracias, señor, pero no es necesario.

— Como tampoco era necesaria un apéndice, y sin embargo ahí está, dentro de todos nosotros, Un placer conocerla, señorita, mi nombre es Khaín.

— Un gusto, Me llamo Tat-

— “Tatiana Betancourt”, La mejor estilista que tiene esta región.

— Ohhh, veo que se tomó la molestia de averiguar quién soy.

— Y no solo eso, también acabo de descubrir que tiene usted un poder destructivo en su mirada, porque estoy que me postro a sus pies…

— Caramba, me salió poeta el señor.

— Soy escritor, escritor y cantante, de verdad que es un gusto conocerla, señorita.

— Con razón, esa habilidad para conquistar a una mujer.

— No crea, de ser así no estuviera en estas.

— Bueno, muchas gracias por la botella de agua, me tengo ir, fue un placer conocer, ¿Cómo me dijo que se llamaba?

— Khaín, Khaín Escaf.

— Ahhh como el de la biblia.

— ¡No!. Con “K”, pero usted me puede llamar como quiera, “clavo”, si así lo prefiere.

— Bueno, Don “Esclavo”, fue un placer.

Si, Había caído redondita, era cuestión de tiempo para que me empezaran a emocionar sus chulitos azules de Wassap.

Al día siguiente fue lo mismo, y al otro día. Y así, iba confundiendo la amabilidad de aquella muchacha, con atracción.

Hasta una tarde en que me encontraba en el mercado. Un tipo, ya bastante mayor y bien vestido, se me acercó en el mercado y…

— ¿Khaín?, ¿Usted es el escritor?

— ¿Cómo está?, un gusto.

— Un gusto conocerlo, Khaín, permítame presentarme, Mi nombre es Manuel Carranza, Soy empresario y me gustaría que usted cantara en una fiesta que tengo mañana en horas de la noche, en mi hacienda.

Era una fiesta que tradicionalmente aquél Empresario hacía para sus empleados y algunas personas del pueblo. Don Manuel Carranza era un reconocido empresario al cual, la gente apreciaba mucho, por generoso.

Me recibió su capataz, junto a otros invitados. Nos sentaron en una mesa que tenía una picada de naranja, chicharron y una botella de aguardiente antioqueño. Entre los invitados, estaba ella, “Tatiana”, la estilista deportista a la cual le coqueteaba. Eso le dio color a la fiesta.

Yo, intercambiaba miradas con Tatiana, y estaba a punto de acercarme a ella, cuando.

— Don Khaín, que agradable verlo aquí y gracias, de ante mano, por haber llegado hasta aquí a cantar. ¿Me puede hacer el honor de acompañarme a dar una vuelta por mis terrenos?, quiero mostrarle mi hacienda, venga.

— Con mucho gusto, Don Manuel.

Mientras caminábamos, llegamos a un lugar un poco alejado de la casa, era un árbol bien frondoso, y de bajo de este, había un pequeño piso de cemento y encima, había una silla plástica de color azul.

— Este lugar es muy especial para mí, Khaín, siéntese en esa silla, que quiero contarle una historia.

—- Khaín, hace mucho tiempo, en este pueblo llegó un Cura, bastante joven y muy apuesto. Aunque a pesar de que era el cura del pueblo, por su juventud y galantería, no pasaba desapercibido por las jovencitas, sobre todo, por “Clemencia”, la hija del Boticario. Clemencia era una muchacha muy hermosa, e inocente, pero estaba recién casada, por el mismo cura. Cosa que al cura no le importaba y empezaron a mantener una relación en secreto, sin que el marido de La muchacha se enterara. Todo el pueblo rumoreaba eso, todo el mundo lo sabía, menos el más interesado, el esposo de Clemencia. Pero como entre cielo y tierra no hay nada oculto, el esposo terminó por enterarse.
El esposo de Clemencia, era un tipo muy astuto, y tenía una extraña cualidad, y era qué, entre más tranquilo se mostraba ante una situación grande y complicada, era más peligroso y letal.
Tenía una característica muy cínica, y era, que cuando iba a matar a un enemigo, este, colocaba su mano derecha en el hombro de su víctima, con ese gesto le daba 30 minutos de piedad para que la víctima huyera lo más rápido y lejos posible, antes de que él lo alcanzara, porque si lo alcanzaba, no echaba el cuento y nunca echaban el cuento.
Y una mañana cualquiera, Clemencia y El cura, desaparecieron, nunca nadie los volvió a ver en este pueblo, fue como si la tierra se los hubiese tragado. En el pueblo se rumora que se dieron a la fuga para poder consumir su amor, lejos de las malas lenguas del pueblo. 10 años después, el Esposo de Clemencia se volvió a casar, Con una Antioqueña muy hermosa, llamada Virginia. Y como si el destino se ensañara con este, Virginia se enamoró de un médico forastero que llegó a trabajar por un par de meses en el hospital del pueblo. Y volvió a pasar lo mismo, Virginia se dio a la fuga con el médico, dejando en las mismas circunstancias al pobre tipo.

Tampoco los volvieron a ver nunca más… Como si se los hubiese tragado la tierra.

— ¿Y por qué me cuenta esta historia a mí, Don Manuel?, ¿Qué tengo que ver yo con todo esto?

El tipo se acercó lentamente, y con la mirada tan fría como el lecho nupcial de un viudo, puso su mano derecha en mi hombro y exclamó:

— Porque “Tatiana”, La mujer con la que usted coquetea, es mi esposa y porque usted está sentado encima del Cura, del Médico y de mis dos ex mujeres. ¿Qué, no me entendió cuando le dije que a ellos se los había tragado la tierra?

Lo miré fijamente a los ojos y vi el mismísimo diablo medido dentro, una rabia letal e incontenible detrás de esa tranquilidad y esa sonrisa amable. Y salí de aquel lugar corriendo, como alma que llevaba el diablo, no alcancé a llegar al Hostal de Don José por mis pertenencias, no me quedaba tiempo, sino para correr y alejarme lo más que pudiese de aquel lugar, porque estaba en el lugar que me correspondía, pero menos indicado para mí…

Khain Escaf

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