abril 24, 2024

Republicanismo negro, democracia popular y socialismo en las ideas del Partido Independiente de Color (1908-1912)

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En este contexto, la ideología de los sectores hegemónicos sustentada por una proyección clasista y excluyente en su concepción de la nacionalidad, fue impugnada por las clases populares y sectores marginados por el modelo inaugurado en 1902.

Este
proceso de reivindicación consciente ante el racismo sistémico, el
empobrecimiento económico y la segregación llevada a cabo contra la
ciudadanía de pigmentación oscura, permiten conceptualizar a dicho
conjunto de valores democráticos e ideas políticas como
republicanismo negro;i
dada la confluencia con la tradición de esta corriente teórica que
ha reflexionado sobre la libertad como presupuesto de no-dominación
y justicia social.ii

Tales
preceptos forman parte de una praxis articulada ante el sometimiento
y relegación impuesta a los descendientes de africanos en América
Latina, como parte del proyecto de modernización civilizatoria
construida por las elites criollas bajo una concepción racista,
anglo/eurocéntrica y heterosexual de la estructura socioclasista. En
la visión antagónica de esos postulados se acometieron batallas en
el plano político e intelectual por personalidades y movimientos que
consagraron su ideario a la instauración de repúblicas populares e
inclusivas, basado en criterios de equidad ciudadana entre todos los
componentes étnico-raciales de la sociedad.

Condiciones
socioeconómicas de la población negra (1886-1908)

La
abolición de la esclavitud en 1886 por la metrópoli española marcó
el inicio a nuevas formas de marginación social hacia las personas
negras en Cuba. La condición de sometimiento físico fue suplantada
por el trabajo asalariado sin garantías de protección laborales,
sumado a los efectos excluyentes del racismo impuesto por el
predominio de una mentalidad colonial que alimentaba en el imaginario
la percepción del negro/a como «carente de instrucción», «valores
cívicos» y «decencia».

La
mayoría de la propaganda mediática resaltaba la condición
«criminal» de los descendientes de africanos en sus manifestaciones
culturales. Fue el caso de las campañas contra «el ñañiguismo» y
«la brujería», compulsadas por un régimen que condenada dichas
expresiones como elementos antagónicos al «orden civilizatorio».
En 1887 el código penal consideraba una circunstancia agravante ser
una «persona de color» al momento de sancionar un delito. En igual
año, solo el 11 % de los negros y mulatos cubanos de todas las
edades sabían leer y escribir, en comparación con el 33 % de los
blancos.iii

Los
proyectos higienistas promovidos por personalidades influyentes como
José Antonio Saco, consistieron en el fomento de la inmigración
blanca y la emigración forzosa de las personas negras fuera de las
fronteras territoriales. Acorde con esta visión de la elite criolla,
fueron deportados a la isla-cárcel de Fernando Poo y Ceuta, miles de
afrocubanos bajo el apartado de «asociación ilícita», relacionada
con la práctica del fenómeno religioso-fraternal abakuá, debido al
estigma epocal que criminalizaba a sus miembros-practicantes.

El
racismo también estuvo presente al interior de las fuerzas
insurgentes que se enfrentaron al colonialismo español, como
resultado de la tradición esclavista e inferiorizante que permanecía
enquistada en gran parte de la composición independentista. El
patriota Manuel Sanguily, coherente con esa visión anti-negra, fue
defensor del nacionalismo blanco al proclamar ideas que sostenían el
statu
quo

social.

Así
hayan sido millones los hombres de color que estuvieron junto a los
cubanos [blancos] en la Revolución, el origen de ésta, su
preparación, su iniciativa, su programa y su dirección, esto es la
Revolución en su carácter, su esencia y sus aspiraciones, fue la
obra exclusiva de los blancos (…) deben los negros y los demás
hombres de color, nacidos o no en la Isla, estar siempre al lado de
los cubanos [blancos].iv

El
general Antonio Maceo se opuso a esta concepción racista y
subalternizadora de los derechos en el proyecto republicano nacional.
El ideario político del líder santiaguero fue coherente con los
preceptos revolucionarios, anticoloniales y
abolicionistas/antirracistas; a pesar que la hegemonía del
nacionalismo y la tradición marxista [ortodoxa] ha invisibilizado
esta última faceta de su personalidad, en realce de una narrativa
enfática en la epicidad de su accionar, contrapuesta a la sólida
producción intelectual de su pensamiento.v
A tenor con esta perspectiva independentista-popular, Maceo manifestó
su rechazo sobre el legado y la pedagogía excluyente del maestro
José de la Luz y Caballero en epístola enviada a Eugenio Hernández
el 30 de julio de 1885:

Pepe
de la Luz fue el “educador” del privilegio cubano, no fue “tan
desinteresado”, carecía de “religiosidad”, de esa bondad
humana de que quieren revestirle sus admiradores, no era “hombre
ornado con todas las perfecciones” que se le atribuyen al gran
educador (…) ¿Puede haber justicia donde no es igualmente
distribuída [sic]? Ud. me contestará que las instituciones
españolas se lo prohibían; pero eso no es exacto; Don Pepe tenía
influencia y mucho talento, que pudo ejercer en beneficio de todos,
como lo hizo en favor de algunos; pero era un imposible, el hombre no
tenía grandes sentimientos; se confundió con Saco. El uno proclamó
la conservación de la esclavitud que es lo mismo que declarar eterno
el Gobierno de España en Cuba, y el otro, heredó y sostuvo la
esclavitud que testó a su muerte. ¿Dónde está pues esa decantada
grandeza? Caballero no completó su obra; fue buen hombre, tenía
talento para la enseñanza pero la ejerció mal. No fue político,
tuvo miedo, y le faltó valor para realizar la obra, que, sin darse
cuenta, acometió, retrasándola con sus pensamientos de evoluciones,
lo de hoy, llevado a cabo por sus discípulos.vi

Con
la muerte del general Antonio Maceo en 1896, sucedida luego de la
caída en combate de José Martí [19 de mayo de 1895] y otros jefes
militares de extracción humilde en los meses iniciales de la última
gesta independentista (1895-1898), se produjo el secuestro de la
guerra por la burguesía cubana vinculada al mambisado. Este cambio
en la dirigencia le restó radicalidad al conflicto; hecho que
comprometió los ideales en torno a la transformación del escenario
social para los desposeídos y clases populares.vii

La
estrategia de la elite separatista consistía en sofisticar la
dominación externa a través de la dependencia económica hacia una
potencia ascendente [Estados Unidos], sin que ello implicase la
alteración progresiva en el ámbito interno para los sectores
relegados por el régimen colonial. De este modo, la sacarocracia
criolla favorable a la independencia contribuyó a romper los
vínculos de sujeción hacia España, para sostener su poderío sobre
la base de la modernización de la infraestructura y la industria
nacional, bajo nuevas herramientas neocoloniales que dejaban
inalterable los factores que propiciaban la reproducción del
racismo, las asimetrías económicas y la exclusión social.

A
pesar de abolida la esclavitud en 1886, las condiciones de vida para
la población de origen africano variaron de manera escasa en sus
niveles perceptivos de explotación laboral. En el contexto
decimonónico caracterizado por el predominio de relaciones de
producción pre-capitalistas, persistía un escenario en el que no
les resultaba demasiado complicado a los patronos y empresarios
someter a largas horas de trabajo al personal contratado. Este
contexto daba lugar a prácticas de neo-esclavitud hacia las personas
racializadas, al ser una población carente de prestigio y capital
para acometer proyectos capaces de imponerse en el mercado frente a
sus competidores.

El
ex-esclavizado Esteban Montejo relató en su reconocido testimonio
Biografía
de un cimarrón

escrito por el etnógrafo Miguel Barnet, que dadas las agotadoras
jornadas de trabajo, las precarias condiciones de existencia y la
continuidad de la vida en los barracones, así como la permanencia de
las prácticas de sojuzgamiento hacia los/as negros/as, afirmó que a
su percepción la esclavitud aún no había culminado después de
1886.

Con
todo ese tiempo en el monte ya yo estaba medio embrutecido. No quería
trabajar en ningún lugar y sentía miedo de que me fueran a
encerrar. Yo sabía bien que la esclavitud no se había acabado del
todo. (…) A los barracones les habían quitado los cerrojos y los
mismos trabajadores habían abierto huecos en las paredes para la
ventilación. Ya no había cuidado de que nadie se escapara, ni nada
de eso. Ya todos los negros estaban libres. En esa libertad que
decían ellos, porque a mí me consta que seguían los horrores.viii

Sobre
las condiciones laborales de la población afrocubana,
la investigadora Aline Helg manifiesta en su título Lo
que nos corresponde. La lucha de los negros y mulatos por la igualdad
en Cuba. 1886-1912
,
respecto a la situación de la población negra en el agro cubano en
las últimas décadas del siglo XIX:

(…)
las cosechas exportables más lucrativas procedían en lo fundamental
de áreas controladas
por
blancos. Sólo el 4 % de la tierra que producía azúcar y el 9 % de
la productora de tabaco estaban en manos de arrendatarios y
propietarios negros (…) Los salarios en las labores agrícolas eran
más altos en las regiones con predominio de blancos, donde se
producía tabaco, que en las áreas azucareras, donde la mayoría de
los trabajadores eran de ascendencia africana.ix

A
tenor con ello, expresa para referirse a las condiciones de
segregación laboral en que se desarrolló la vida de este «grupo
racial» entre 1886-1907:

El
comercio estaba casi totalmente cerrado para los negros y mulatos:
raramente alguno era mercader o vendedor. Ningún negro o mulato
estaba empleado en un banco o como agente de finanzas o de seguros.
En realidad, los negros y mulatos trabajaban en el comercio sólo de
forma marginal, como mensajeros. En el naciente sector de las
comunicaciones y el transporte, que era de propiedad privada, los
negros sólo tenían trabajo en los ferrocarriles, pero casi ninguno
trabajaba en las compañías de telégrafos y teléfonos ni en las de
tranvías. Debido a que pocos de ellos habían cursado un nivel
escolar superior al elemental y porque su acceso a la universidad
había sido virtualmente prohibido por la discriminación racial,
estaban excluidos de las profesiones más prestigiosas: de 1 240
médicos cirujanos sólo 9 eran negros o mulatos y entre 1 347
abogados, 4 eran negros o mulatos. Sólo una mínima proporción de
personas de color eran arquitectos y delineantes, dentistas,
veterinarios, periodistas, impresores, litógrafos, artistas y
fotógrafos; los negros y mulatos constituían la mitad de los
músicos de Cuba.x

Exclusión
económica, instrumentalización política y discriminación racial
en la República

Desde
el período de ocupación estadounidense se implementó la exclusión
de las personas negras en el servicio diplomático y el poder
judicial. De igual modo, se implementó la división racial en
parques y lugares de recreo públicos. En términos profesionales, el
acceso a la universidad resultaba extremadamente complejo, pues en
1899 había solamente 6,3 % de profesionales negros; mientras que en
1907, 7 % y para 1919, solo 11,7 %.xi

En
el censo de 1899 correspondiente a un total de 4 824 soldados y
policías eran negros solo 794. En 1907, de 8 328 miembros en las
instituciones armadas, solo 1 178 eran negros y para 1917, de 16 328
soldados y policías, solamente 4 200 resultaron de pigmentación
oscura. Las cifras demuestran la magnitud de la segregación,
teniendo en cuenta que el 60 % de las tropas mambisas pertenecían al
«componente racial» marginado. Este hecho ratifica la gravedad en
términos de justicia histórica a la traición de los ideales que
movilizaron a las fuerzas insurgentes contra la dominación española.
Dichos valores estaban motivados a su vez, por el establecimiento de
una república que recogiera las voluntades políticas de un sector
que constituyó el soporte económico sobre el que se asentaba la
estructura del régimen colonial.

La
situación del campesinado de tez negra experimentó un permanente
declive descapitalizador entre 1899-1931. Según el historiador
marxista Jorge Ibarra Cuesta, «en 1899, había 3 092 propietarios
negros y en 1931, 3 862, aumentando en sólo 770 propietarios. En
1899 había 11 247 arrendatarios negros; en 1931, 3 516 y 1 085
partidarios, para un total de 4 061. De este modo, el negro perdió
el acceso a la tierra, mientras el número de propietarios blancos,
cubanos y extranjeros, aumentó en 15 485 y el de arrendatarios y
partidarios del mismo grupo racial, en 2 174».xii
La discriminación laboral apartó a la población afrocubana de los
empleos burocráticos. Sin embargo, se encontraban
sobrerrepresentados en empleos como el corte de caña, la
construcción y el trabajo en zonas rurales, sumado a una serie de
oficios como: panaderos, sastres, herreros, tabaqueros, albañiles y
carpinteros.

El
programa socialista del Partido Independiente de Color

El
Partido Independiente de Color (PIC) se funda en 1908 bajo el período
de segunda ocupación estadounidense, debido a las causas
estructurales del nuevo régimen imperante que mantuvo en condiciones
de exclusión política y marginación económica a la población
negra. Su composición estuvo integrada por una parte importante de
antiguos combatientes del Ejército Libertador, que vieron sus
ideales de justicia social y derechos políticos vulnerados por la
estructura de dominación neocolonial; caracterizada además por el
predominio de un liderazgo caudillista, oligárquico y racista en el
manejo del poder, bajo la hegemonía de una burguesía
conservadora-dependiente.

La
fundación del grupo político fue resultado de la degradación de
los valores de la independencia en la clase política regente y la
instrumentalización clientelar a que fueron sometidos sus derechos
civiles. Desde que se anunciara públicamente la existencia de la
organización, los diarios de la burguesía arremetieron en su contra
a través de una narrativa que los tildaba de «racistas», atentar
contra «la unidad nacional», «la soberanía», «los valores
democráticos» y «la civilización» [moderna/occidental]. Sin
embargo, en una detenida revisión del programa político publicado
en su órgano oficial Previsión
(1908-1910),
es posible apreciar el carácter socialista de sus demandas; pues
abogaban por una redistribución de las riquezas, la socialización
del poder y el cese de la discriminación que sustentaban los
soportes del modelo republicano.xiii

De
este modo, exigían puntos que posteriormente integraron el programa
de movimientos revolucionarios, al contemplar apartados como: el fin
de la discriminación en el cuerpo diplomático, la enseñanza
gratuita y obligatoria para los niños de seis a catorce años, la
creación de Barcos-Escuelas con carácter correccional para los
jóvenes, la libre inmigración de las personas sin preferencias para
ninguna «raza», la instrucción universitaria universal, gratuita y
nacional, la creación de escuelas politécnicas en cada una de las
seis provincias enfocada también en la enseñanza de las artes y los
oficios, así como la creación de un tribunal de trabajo que
regulase las diferencias entre el capital y el trabajo.

Las
demandas contempladas demuestran el compromiso social que
caracterizaba su agenda en defensa de las clases desposeídas y los
sectores preteridos por el orden republicano [oligárquico]. Tales
prerrogativas se enfocaron en la socialización del bienestar y las
riquezas a través de propuestas dirigidas a la materialización de
la justicia reparativa. Sin embargo, la narrativa del poder y la
prensa esgrimió su calificación «anexionista» para deslegitimar
tales exigencias a través de documentos apócrifos,xiv
tratados racistas revestidos de autoridad pseudocientífica, campañas
mediáticas que reforzaban los estereotipos de negros «violadores»,
«salvajes» y «brujos»; en tanto su población padecía las peores
condiciones de vida y se encontraba excluida de los centros de
prosperidad económica, además de estar sometida al factor de la
discriminación sistémico/estructural.

El
apoyo popular a la agenda política del Partido Independiente de
Color experimentó una ascendente aprobación desde 1908,
fundamentalmente en la zona oriental del país. En 1910 Previsión
expresó que contaba con 60 000 miembros entre los que estaban 15 000
veteranos, 12 generales y 30 coroneles, lo que representaba el 44 %
de los votantes negros y mulatos, así como el 14 % de todos los
ciudadanos mayores de 21 años. Sin embargo, la respuesta
gubernamental ante ese vertiginoso aumento fue la promoción de la
Enmienda Morúa (1910), que de modo tácito los apartaba del juego
político constitucional.

El
alzamiento iniciado el 20 de mayo de 1912 pretendía ser un mecanismo
de persuasión al presidente José Miguel Gómez para derogar el
recurso que los ilegalizaba e imposibilitaba participar en las
elecciones presidenciales. El caudillo villareño había empleado
semejante estrategia movilizativa durante la guerrita
de agosto

(1906) contra el fraude electoral de Tomás Estrada Palma, y
protagonizó posteriormente el alzamiento de La
Chambelona

(1917), contra el fraude del presidente Mario García Menocal, del
que sobrevivió en ambas circunstancias. Sin embargo, la presión
mediática y el racismo estructural de la elite nacionalista,
conspiró contra la supervivencia de la membresía política que se
enfrentaba al bipartidismo conservador, siendo tales factores de
carácter medular en la articulación de la masacre que produjo un
saldo mortal estimado entre 2000 y 6000 afrocubanos.

La
matanza encabezada por líderes del Ejército Nacional como Arsenio
Ortiz, José de Jesús Monteagudo y José Francisco Martí
Zayas-Bazán, solo puede ser explicada mediante la articulación de
los dispositivos mediáticos, académicos y políticos que lastraron
los derechos constitucionales de la organización. El análisis
clasista del núcleo político-partidista realizada por el
investigador Tomás Fernández Robaina tomando una muestra de los
capturados,xv
certifica que el 85 % de la composición estuvo integrada por obreros
de diversas esferas laborales: zapateros, constructores, campesinos,
albañiles, maestros, entre otros; lo que evidencia el hartazgo de la
clase trabajadora, al punto de acudir al levantamiento armado como
plataforma de reivindicación sociopolítica.

Las ideas libertarias recogidas en el programa del Partido Independiente de Color constituyen un referente ineludible de igualdad y justicia. La membresía patriótica padeció primero el exterminio físico por las fuerzas represivas del Estado y su posterior invisibilización por las prioridades canónicas de la hegemonía historiográfica [blanca, nacionalista y marxista], mediante las tachaduras de la historia que distinguen las narrativas coloniales del saber/poder.xvi No obstante, sus fundamentos encarnan un soporte de inspiración por la equidad entre todos los componentes del etnos-nación cubano, a la vez que ofrece herramientas de solidez epistémica para repensar la democracia radical/popular, las ideas republicanas y la tradición no autoritaria del socialismo.

Notas:

i
José Antonio Figueroa: Republicanos
negros. Guerras por la igualdad, racismo y relativismo cultural
,
Editorial Planeta Colombiana, S. A., Bogotá, 2022.

ii
Philip Pettit: Republicanismo.
Una teoría sobre la libertad y el gobierno
,
Ediciones Paidós Ibérica, S. A., Barcelona, 1999.

iii
Aline Helg: Lo
que nos corresponde. La lucha de los negros y mulatos por la
igualdad en Cuba. 1886-1912
,
Ediciones Imagen Contemporánea, La Habana, 2000.

iv
Manuel Sanguily: «Los negros y su emancipación», en Hojas
Literarias
,
31 de marzo de 1893.

v
Aunque la mayor parte de la producción historiográfica ha
resaltado los valores patrióticos y militares del caudillo, entre
las obras que han trabajado su pensamiento se encuentran: Leopoldo
Horrego Estuch: Antonio
Maceo, héroe y
carácter,
La Habana, 1952; Raúl Aparicio: Hombradía
de Antonio Maceo
,
Ediciones Unión, La Habana, 1966; Eduardo Torres-Cuevas: Antonio
Maceo: las ideas que sostienen el arma
,Editorial
de Ciencias Sociales, La Habana, 1975; Antonio Maceo: Ideología
Política. Cartas y otros documentos
,
Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1998 y Armando Vargas
Araya: El
Código Maceo. El general Antonio en América Latina
,
Ediciones Imagen Contemporánea, La Habana, 2012.

vi
José Antonio Portuondo: El
pensamiento vivo de Maceo
,
Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1971, pp. 78-79.

vii
Véase Ramón de Armas: La
revolución pospuesta
,
Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1975 y Antonio Álvarez
Pitaluga: Revolución,
hegemonía y poder. Cuba 1895-1898
,
Fundación Fernando Ortiz, La Habana, 2012.

viii
Miguel Barnet: Biografía
de un cimarrón
,
Editorial Letras Cubanas, La Habana, 2016, pp. 51-52.

ix
Aline Helg: Ob.
Cit.
,
p. 34-35.

x
Ibídem, pp. 137-138.

xi
Jorge Ibarra Cuesta: Partidos
políticos y clases sociales
,
Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1992, p. 188.

xii
Ibídem, p. 189.

xiii
Previsión,
15 de octubre de 1908.

xiv
Consultar de Julio César Guanche: «Vindicación de Evaristo
Estenoz», en Sin
Permiso
,
2 de abril de 2022, disponible en
https://www.sinpermiso.info/textos/cuba-vindicacion-historica-de-evaristo-estenoz.
Consultado por última vez el 23 de febrero de 2023.

xv
Tomás Fernández Robaina: El
negro en Cuba (1902-1958)
,
Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1994.

xvi
Edgardo Lander: La
colonialidad del saber: eurocentrismo y ciencias sociales,
perspectivas latinoamericanas

(editor), CLACSO, Buenos Aires, 2000.

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