julio 27, 2024

¿Ecuador debe pensar en una Asamblea Constituyente?

Caen asesinados políticos cada vez más importantes. La percepción y los indicadores de inseguridad aumentan. La base energética del país se reduce. La economía no crece significativamente desde hace una década. La paulatina evolución hacia un mundo multipolar cada vez más anárquico se siente. Se vive otro éxodo migratorio de la mano de una crisis carcelaria. No existen ni siquiera cifras actualizadas consensuadas sobre cuestiones fundamentales como población, futuro de la seguridad social, el verdadero costo de la producción petrolera en el sector público, inmigración extranjera, registro de vehículos y maquinaria, la cantidad de dinero en el país o la producción minera. Pese al esfuerzo sincero de tantos funcionarios honestos, parece imposible dar con soluciones seguras, sostenibles y legales. Mientras unos culpan a las autoridades, otros culpan al sistema en su conjunto. Ante ello, hay los que llaman a un ‘gran acuerdo’, ‘pacto nacional’  o ‘consensos’ –términos calcados de países en los que grupos autodenominados, con apoyo extranjero, representantes del pueblo hicieron concesiones con tal de instaurar una ‘democracia’ y prevenir el retorno de un régimen de facto-. Otros juzgan que lo correcto es convocar nuevamente a una Asamblea Constituyente. Por último, hay quienes creen que el orden constituido actual está herido de muerte y que es apenas cuestión de tiempo antes de que el pueblo ecuatoriano, en ejercicio de su soberanía, reclame uno nuevo.

 A diferencia de experiencias anteriores, como las de 1945, 1978, 1998 o 2008, motivadas por el clima ideológico imperante entre la clase política del momento, la del presente buscaría instaurar un nuevo modelo que permita al Estado sobrevivir ante amenazas nunca antes vistas y una transformación sin parangón de las condiciones externas e internas. Reemplazar el escenario institucional resultante de la toma del Estado—paulatina y pacífica, pero total— que arrancó con el golpe del 20 de abril de 2005 y continúa hasta hoy, no es tan fácil. Aun contando con las mismas destrezas y con fortuna similares a la que tuvieron los mentalizadores y ejecutores de dicho proceso, los obstáculos que se enfrentarían hoy serían muchísimo mayores. 

La vía del ‘gran acuerdo’ suena desde hace al menos 40 años y apenas ha derivado en proyectos muy puntuales o en la aparición de una serie de organizaciones con una imparable puerta giratoria. 

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