Nadie pone en duda que todo el tiempo, la clase política ecuatoriana, juega con fuego y muchos podrían salir quemados en el proceso electoral de este 20 de agosto 2023. Estamos ante una realidad: el presidente se va, ya se fueron los diputados y el 10 de diciembre habrá un nuevo presidente y una nueva asamblea. Todos, concentrados en la elección presidencial, legislativa y en las dos consultas populares que, al menos en Quito, se debe contestar.
A través de los procesos electorales, los ciudadanos eligen a sus representantes para cargos públicos y también expresan sus intereses y demandas para que puedan ser traducidas en políticas públicas. Su importancia es innegable.
El Consejo Nacional Electoral debe impulsar iniciativas para que el ciudadano emita un voto responsable, pero, al mismo tiempo, garantice su imparcialidad absoluta en las elecciones venideras, en su tarea de construir un país libre de los malos manejos que corroen las bases institucionales de nuestra democracia.
A estas instancias, al unísono, la sociedad civil, medios de comunicación y partidos políticos, con su participación activa deben buscar promover en el ciudadano un voto responsable e informado, sobre la base de la conducta transparente de los candidatos de las organizaciones políticas y la participación cívica electoral responsable e interesada de los ciudadanos.
El compromiso debería tener la finalidad de despertar el interés en el elector para sensibilizarlo sobre el valor de su voto como decisión y poder de cambio, procurando un sufragio responsable e informado que permita mejorar la calidad de la representación política y el fortalecimiento institucional de la democracia. Todo el planeta está cansado del tipo de política que se ha creado a través del sistema de partidos que parten o dividen al pueblo como tal. Hoy, con mayor claridad, se ve que son sectas o mafias que se disputan el botín del estado y qué, cual titiriteros mueven los hilos a su conveniencia.
Por hoy, el presidente Lasso disfruta de total libertad; no debe rendir cuentas a nadie ni tampoco tiene que preocuparse por su popularidad. La atención del ecuatoriano de a pie está en las elecciones y no en lo que haga o deje de hacer el ejecutivo.
Ojalá el presidente antes de irse se anime a eliminar los subsidios a los combustibles que beneficia al contrabando particularmente en las fronteras, causan daño a los más pobres y destruye el medio ambiente. Es probable que unos cuantos se rasguen las vestiduras pero nadie pretenderá destituirlo. Probablemente las futuras generaciones lo agradecerán y sólo el tiempo, demostrará si el presidente se lo juega. En poco más de un mes, el ejecutivo, no ha abusado de su libertad de acción temporal -seis meses- para proponer reformas drásticas. Su popularidad no alcanza, evita una violencia generalizada.
Hecha la convocatoria a elecciones ‘’express’’, aquí estamos a puertas de un proceso electoral definitorio para un Ecuador de 18 millones de habitantes que tiene 280 organizaciones políticas registradas, mientras México, con 126 millones de habitantes cuenta con 87 agrupaciones. Algo desproporcionado. Parecería qué en nuestro país, hay más políticos que ciudadanos, hecho que generaría una descomposición ideológica.